Un poco de historia para aprender a conocernos…
Somos la familia Prenzlau, continuadoras de una tradición iniciada por Siegfried y que une este pequeño enclave a los pies del Lago Llanquihue, con la tradición de la mesa chileno – alemana.
Siegfried Prenzlau, un niño de la postguerra, nos enseñó con el ejemplo. Había que cuidar y respetar la tierra. Siempre fuimos muy conscientes de las estaciones del año, de lo que había que guardar y lo que había que agradecer. El campo, la huerta y el restaurant se inspiran en este legado.
Unas palabras de Cornelia
“Mi padre siempre estuvo siempre preocupado de que las despensas estuvieran llenas, las huertas
Cornelia Prenzlau
impecables y que siempre se plantaran las papas. Lo hacía todo él mismo. Desde criar chanchos hasta
hacer las cecinas. En época de manzanas había que hacer jugo de manzana, y vinagre. Y si habían
ciruelas, había que hacer mermeladas. Nosotros crecimos en ese trabajo de estación por estación.
Siempre había algo que hacer en relación a la comida.”
La comida es y ha sido importante para nosotros. La comida nos inspira, nos despierta, nos da trabajo, nos reúne y fue natural compartirla como lo hacemos hoy: desde el campo, a través de Agrícola Caléndula; en la mesa del Restaurante Espantapájaros e incluso moviéndonos desde Puerto Octay a toda la región y paisajes, a través de nuestros múltiples eventos.
Actualmente somos Familia Prenzlau: Marlis, Cornelia, Andrea y Matthias. Seguimos más convencidos que nunca de que pertenecemos a Puerto Octay y de aquí está el sentido de lo que hacemos. Queremos que cada persona que entra a nuestro restaurante o compra alguno de nuestros productos, valore las cosas importantes de la vida: el verdadero sabor de una zanahoria recién sacada de la tierra; el cielo gris nublado que no nos deja ver el volcán; el álbum de fotos que imprimimos del último viaje; el tiempo que nos tomamos en pelar una papa o el placer culpable de repasar el pan por la paila de huevos.
Hoy Espantapájaros es Restaurante Espantapájaros, la mesa en la que los recibimos, y Agrícola Caléndula, el campo de producción de corderos y granos, sumada a la huerta. Es un ciclo de trabajo continuo, como la vida, que no es fácil mantener. Pero en esa fragilidad, creemos, está su desafío y su belleza.